Yad Vashem, el museo que recorre la espeluznante historia del Holocausto Una visita para reflexionar sobre la locura humana...
Este post es una continuación de este primero donde os contamos nuestras primeras impresiones y este segundo donde visitamos La Explanada de las Mezquitas y la iglesia del Santo Sepulcro. En este tercer post seguimos el relato con nuestra visita al sobrecogedor Museo Yad Vashem, situado en el Monte Herzl (tranvía 1), que recuerda los 6 millones de judíos víctimas del Holocausto perpetrado por los nazis. Narra la historia con impactantes imágenes frente a las que no es posible quedar indiferente. Muestra minuciosamente la historia de la Shoah, destacando las historias individuales, en un edificio lineal con forma de prisma trapezoidal obra del arquitecto Moshe Safdie. El recorrido termina en el Salón de los Nombres, con retratos de las víctimas de esa terrible espiral de locura colectiva, un archivo de testimonios, como homenaje a los fallecidos y un balcón con vistas a la Jerusalén moderna. El museo es gratuito y las imágenes hablan por sí mismas.
Seguimos nuestro día en la ciudad visitando la peculiar y colorida iglesia cristiana etíope. Hay una numerosa colonia etíope en la ciudad.
Frente a la iglesia está la casa natal de Eliezer Ben Yehuda, responsable del renacimiento y reimplantación de la lengua hebrea. Es una zona con casas bonitas y de alto nivel.
Proseguimos hacia el barrio de los judíos ultraortodoxos Mea Shearim (que significa "las cien puertas"). Es un barrio del s.XIX y sus habitantes también parecen pertenecer a otro siglo. Ellos visten con levita y sombrero, llevan sus tirabuzones (no se los cortan nunca), siempre de negro y camisa blanca. Las mujeres visten modestamente, siempre con falda y manga larga, por supuesto sin escotes. Llevan la cabeza cubierta con turbantes, tocados o incluso pelucas (solo sus maridos pueden verlas con la cabeza descubierta). Tienen muchísimos hijos (de media dicen que 10). Ellas se dedican a la familia o son maestras. Los hombres se dedican a estudiar. Viven de subvenciones del Estado, no hacen la mili y apoyan la causa palestina. Es una visita asombrosa pero incómoda. Es cierto que te metes en su territorio pero no eres para nada bienvenido. Y encima yo iba vestida con pantalones lo que les parece indecente, como se lee en un cartel que han colocado en el barrio así que no nos adentramos mucho, solo un pequeño vistazo a una de las calles principales. Casas muy humildes y destartaladas, muchos niños en la calle.
Nos vamos a comer y relajarnos a la zona del mercado: Mahane Yehuda. Un lugar que sintetiza la variedad de culturas que viven en Jerusalén: etiopíes, judíos llegados de todo el mundo, musulmanes, cristianos de toda Europa. Una oferta gastronómica increíble, podréis probar montones de cosas: pescados ahumados, un montón de dulces, zumos naturales (muy bueno el de granada y naranja), halva, verduras, especias... y muchos platos cocinados en el momento. En las calles de los alrededores hay multitud de bares, restaurantes y gente. Menuda marcha se gastan por aquí (y menudos precios: una copa de vino: ¡10 euros!; en general Israel nos ha parecido un país muy caro, excepto para los transportes públicos.
Halva, un riquísimo dulce a base de tahini (pasta de sésamo) con frutos secos y muchas variedades: café, chocolate, vainilla, dátiles, pistachos...
En la mano, un vasito de arak, una bebida anisada típica de Israel. Está muy bueno, aquí tenéis un interesante artículo sobre su producción y cuáles son las mejores marcas
Mañana será otro día y nos iremos a la capital, Tel Aviv. Aquí nuestro relato del primer y segundo día en la capital de Israel.