Kioto está llena de templos y santuarios con jardines que parecen de un libro de cuentos.En Arashiyama, estatuas Jizo, con en este caso baberos rojos. Es un color que sirve para ahuyentar a los demonios.
(Primera parte del relato aquí)
2. Empezamos nuestro plan del segundo día con la visita a Arashiyama adonde se llega desde nuestro hotel con la línea de tren JR Sagano en unos 30 min y para la que es válido el JR Pass que os comentábamos en el post anterior.
Inciso: Os recomendamos que os hagáis cuanto antes con un plano de autobuses de la ciudad y con un billete de autobús "one-day". En nuestro hotel tenían ambas cosas. Si no, el ticket se puede comprar en el autobús. Es válido hasta medianoche del día de emisión y vale 600 yenes (unos 5 euros). Kioto ofrece muchos lugares imperdibles en las afueras y esto es lo más cómodo.
En esta zona de Arashiyama hay multitud de pastelerías y cafeterías en la calle principal de casitas bajas. Es tradición tomar el donut de soja (muy rico) y el helado (o cualquier otro dulce de los miles que ofrecen) de té verde matcha (también bueno). Cuando fuimos nosotros estaban a punto de florecer los cerezos Sakura y Japón ya estaba preparado para su llegada así que también probamos el helado mixto de matcha y cerezo japonés.
También hay multitud de gente con kimono ellas y hakama ellos. Al principio os sorprenderá y no pararéis de inmortalizarlos. Después los veréis por todas partes en la ciudad y en los monumentos. Algunos seguramente ni siquiera sean japoneses. Parece ser que a los coreanos les encanta vestirse así para visitar Japón.
Y también muchos rickshaw o jinrikisha, aquí tenéis más datos sobre este transporte popular en Japón.
Hay muchas cosas que visitar y nosotros nos decantamos por acercarnos al puente, aunque estaba de obras y resultaba un poco deslucido. Visitamos a continuación el Templo Tenryuij con su fabuloso jardín intacto desde el s. XIV. Impresionante.
Nota, en la mayoría de los templos también hay que descalzarse así que recordad llevar calcetines adecuados para la ocasión.
Otra visita imprescindible de la zona es el bosque de bambú, un lugar espectacular pero bastante lleno de gente lo que le resta un poco de encanto. Seguramente compensará madrugar y verlo más despejado. Aún así, hay que verlo, es maravilloso. Aquí os dejamos un enlace con más información de la zona.
Desde Arashiyama nos fuimos con una combinación de tren + bus a Kinkaku-ji, el pabellón dorado. También es del s. XIV y estaba diseñado para que su color dorado se reflejara en el Kyoko-chi (el estanque Espejo de agua). Un jardín maravilloso también con pinos, bambú, piedras, islas, cursos de agua... Como no podemos hacer un post kilométrico con explicaciones, podéis leer más información aquí
A10 min de autobús de aquí, se encuentra el Ryöan-ji con su jardín seco, karesansui. Un jardín zen budista o de contemplación, diseñado para ser contemplado desde un templo, invitando a la meditación. Este está considerado como uno de los más bonitos del mundo aunque para los no entendidos puede resultar chocante tanta fama. Este jardín representa simbólicamente las montañas e islas de Japón y la grava rastrillada es el mar que las rodea, con sus ondulaciones. Una elegante sencillez en este jardín-escena.
Esta es una réplica para los ciegos del jardín seco. Tienen explicaciones en Braille y la posibilidad de tocar la maqueta.
Después de una mañana repleta de emociones, nos volvemos al centro con la comodidad de nuestro billete de bus "one-day" para visitar el imprescindible mercado de Nishiki donde tienes montones de puestos donde probar de todo. Aquí probamos la carne de wagyu (vaca japonesa). El tema de la carne de Kobe lo dejaremos para un futuro viaje. Es carísssssima y si no estás bien informado, quizá ¿te den gato por liebre? Estudiaremos. Mientras, tomamos ese yakitori que aparece en la última foto y aprovechamos para probar varias cosas más paseando por el mercado. En muchos de los puestos hay degustaciones.
Al atardecer, nos dedicamos a pasear más extensamente por Gion, el barrio de las geishas por excelencia, y su teatro.
el santuario Yasaka y las dos calles más tradicionales Sannazaka y Nineizaka con sus casas de madera, farolillos, tiendas tradicionales, restaurantes y unas cervezas de aperitivo.
Después de este paseo (y ya iban 18 km andando...) nos fuimos a la zona de la estación central de Kyoto para ver la famosa torre. Iluminada de noche es bastante espectacular y la zona es la más moderna.
Nótese cómo las colas son de lo más optimizadas y disciplinadas. Otro mundo.
En la planta 11 de uno de los edificios de la zona, The Cube, hay un restaurante llamado Katsukura especializado en Katsudon (filete de cerdo empanado con panko, muy sabroso y muy típico japonés), muy rico y como siempre, servicio perfecto.
Hora de digerir con unos sakes en Pontocho, antes de volver al hotel
Mañana será otro día, lleno de cosas nuevas. Oyasuminasai!
Post dedicado a José María, mi primer maestro de botánica. Gracias.
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